viernes, 21 de septiembre de 2012

¿Te das cuenta por lo que me estoy estresando?

Que si me pongo los borcegos o las botas de taco para salir... ¡Ridículo!

Resulta que esta noche tengo una cena en la casa de unos amigos con mi Novio y estoy decidiendo qué ponerme. Llevo más de media hora estresándome (¡y hasta sufriendo!) por no saber qué ponerme en los pies, por pensar qué van a opinar los demás de mi calzado. Porque estoy segura de que a los demás mi calzado les interesa sobremanera, de que se van a pasar horas reflexionando sobre el porqué de mi decisión "zapateril", y de que van a juzgar qué clase de persona soy en base a eso...

Es tan ridículo que algo así de idiota como la moda nos preocupe de esta manera, hasta el punto de desperdiciar tanto tiempo dándole vueltas a la idea de qué zapatos usar.

Por suerte ya salí de casa e hice la mitad de lo que tenía que hacer, con las botas de taco... ¡Me sentí muy bonita por la calle! :) Y me doy cuenta de lo idiota de la cuestión; pero como tantas cosas en mi vida, inspiró un escrito que será mostrado a continuación.





Un buen día, sintiéndome hermosa como de costumbre, me paro frente al espejo y admiro mi excelente elección de prendas y accesorios para el día, para mí día. Hoy es un día como los demás. Voy a la oficina en el auto, a la salida me junto con las chicas y después vuelvo a casa, para darle de comer a Paty e irme a dormir, y comenzar un nuevo día como el anterior. ¿No es emocionante?

El perfume nuevo, marca "Nina Ricci" (hoy uso este porque no voy a salir), la remera larga blanca con dibujitos negros, el jean oscuro que me hace las piernas super flacas, los aros ocre, combinados con los anillos del mismo color y... No, ¡qué horror! Miro mis pies, ¡estoy en medias! Y ahora, ¿qué hago?

Abro mi ropero y miro. Tengo dos opciones: mis botas de taco o mis borcegos. Hmm... Me pruebo los borcegos y me miro. ¡Qué bien quedan con mi ropa de hoy! Es justo el color que necesita mi look. Pero las botas también... Son tan lindas y me hacen tan distinguida... Pero no son el color que necesito. No quedan mal, no, pero los borcegos quedan mejor... Ah, no, pero los borcegos los usé ayer, no da usarlos de nuevo hoy. Aunque me gustan tanto... Al igual que las botas. ¿Cuáles elijo?

Ya sé: para ayudarme en esta difícil decisión, voy a tomarme un ratito y sacar a pasear a Paty, eso siempre me ayuda a pensar.

Bajamos en el ascensor y me miro al espejo que no es de cuerpo entero, tratando de imaginarme las botas y los borcegos alternativamente. No consigo resolverlo, así que salimos del edificio y caminamos un par de cuadras, distrayéndome con vidrieras (en las cuales de a ratitos me miro, para ver si logro visualizarme con alguno de los dos calzados), gente y autos que pasan. Cuando miro el reloj me doy cuenta de que ya tendría que estar yéndome, así que tiro de la correa y volvemos rápido al depto. Ya decidí lo que voy a hacer.

Media hora más tarde estoy bajándome del auto, caminando por la vereda hasta la oficina. Paso por delante de una de las vidrieras de los locales de ropa de esa cuadra y aprovecho el reflejo para mirarme una vez más antes de entrar. Más bien, para admirarme. ¡Qué buena elección hice al final! ¡Me queda bárbaro!

Camino los pasos que me separan de la puerta y mientras subo en el ascensor no dejo de pensar en lo bien que elegí.

Pongo un pie en la oficina, y pongo el otro. Miro a mis compañeros, quienes indudablemente me vieron entrar y me saludan, y les devuelvo el saludo. Me quedo parada, extrañada de que nadie alabe mi calzado. Una rubia que no conozco muy bien levanta la vista y me pregunta qué hago acá, quieta. La miro sin entender y digo en voz bien alta y clara:

- ¿Nadie se da cuenta de lo que me puse hoy en los pies?

Algunos me ignoran, otros se rien un poquito, y yo todavía sin entender. Miro a la chica de nuevo, confundida (recuerdo entonces que se llama Alejandra), y me dice:

- No te teníamos de cómica, como para ponerte una bota en un pie y un borcego en el otro... Pero, eh... Muy buen chiste, supongo- terminó, algo incómoda.

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